Querido Ulises,
Esta es la última carta que te escribo, el papel ya no se estila.
Te cuento las últimas novedades: ¡Ay, Ulises, cuanto han cambiado las cosas! Ítaca, está preciosa, parece una capital. Tanto tejí, que por mucho que destejía por las noches, revestí la isla de ganchillo, me puso el alcalde una medalla, si, un domingo, que hicimos además un sacrificio a los dioses, ya sabes, lo típico, matamos a una novilla y vertimos el rojo vino sobre las carnes antes de comerlo, y luego, barbacoa y una paella...
Te comento, querido Ulises, que quise mandar al niño a EEUU, pero como no dejaste ni una perra chica, lo mandé a Mujeres&Hombres&viceversa que me dijo mi representante que nos saldría más a cuenta, pero el chico lo llevaba fatal, porque a él lo que le gustaba realmente era pasear con su maestro y adquirir conocimientos sobre artes y elaborar teorías sobre el planeta y tal. Y bueno, el maestro sale barato.
Ay, querido Ulises, que con esto del ganchillo conocí los museos, el arte, a Janis Joplin, las tecnologías... Ay, mi Ulises, que viendo que no llegabas, un día dejé de teñirme, abrí el mueble bar, me tomé tu mejor whisky en la playa, con mi amiga Chavela, la chica mejicana, y no pienso reponerlo.
Espero que comprendas que conocí a otros hombres y por fin cambié las pastillas de echar de menos, por la hierba y las ganas.