miércoles, 4 de septiembre de 2013

una vez mas... (twits)

Y lloraré las cosas buenas, necesito mi tiempo, pero la realidad es que la felicidad estaba lejos de lo que parecía ser.

En el amor también buscaba salubridad. Cuidarnos siempre, entre nosotros y a nuestro mundo.

Y de nuevo los por qués.

Las clavículas volvieron a ser ajenas.

Hoy soy yo quien busca los monstruos de debajo de mi cama. Son más agradables que la realidad.

Y yo aquí, de nuevo hablando de vacío a vacío.

No se si daría un chasquido para volver atrás y no hacer fuerza mental o para destruir las casualidades, pero sólo puedo meterme en la cama.

Hablar es medicina.

Bueno, pues en cuanto al verano... Yo ya.

Esto no lo cubren mis tiritas de Pinocho.

Despacito y delicada, pero aquí.

Jodida, rota, pero consciente, inamovible.

Oír las campanas y sentir el pueblo totalmente vacío.

El polvo,el aire pesado con olor a vísceras, el vacío y la soledad de Macondo. (Es época de retomar La hojarasca).

Pacto de "yo no me meto en tus sueños y tú no alteras el mío". 5.20 a.m.

Pues yo, tras una ruptura, preferiría borrar los recuerdos buenos, que son los que hacen pupa.

Borrar recuerdos buenos sólo un tiempo, el que escuece. La anestesia justa hasta que "fracaso" evolucione a "experiencia".

Personaje de un libro de invierno. Quiere esconderse bajo la manta, refugiarse y llorar un domingo frío y lluvioso. Es verano y no puede.

Cupido el divertido, unas veces dispara flechas, otras se caga en tus ilusiones. Ahí tropieces y te claves una flechica en el ano, so cipote

No importa que se esconda el sol. Falta brillo sin o con él.

Me llevó a París, y no sé qué ocurrió para despertar en La Cañada Real.

Ahora, las horas no son más que una acumulación de suspiros entrecortados.

Una mancha de mora, con otra mora se quita. Les presento una nueva puta mancha.

Y la música, más cruel que las imágenes. Éramos música.

Entre levantarme o quedarme en la cama, elijo borrarte de mi cabeza.

Hoy en la cocina no sé poner amor. Si tuviera que trasmitir algo, esta noche, mis invitados lloran.

Y ahora a recoger los restos de anoche. ¿Y los míos, quién los recoge?

Todos, alguna vez damos la vuelta al mundo de alguien.

Miedo al invierno. Al vacío de un pueblo podrido, de amantes que se cansaron de conocerse y de calles que deshacen pasos.

Enganches y tirones en los remiendos.

Calor de mediodía, agónico, cegador. Color blanco de la nada. Calor mudo. Escalofrío.

Más quema recordar sus ojos que mantener la mirada al sol del mediodía. Los únicos ojos que me hablaron

Lenguas cuarteadas y sin apetito.

Temo al llanto que se queda a vivir en el pecho y difícilmente brota.

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