Oigo el sonido de su cuerpo rozar con las sábanas al acurrucarse.
Sonidos que denotan su compañía. No importa la hora, no importa el día ni la locura que pueda desatarse ahí fuera, porque nada importa más lejos de él.
Su rostro tapado por las sábanas y el resto de su cuerpo perfecto, ajeno, entreasomando mientras una indiscreta y traviesa mirada estudia centímetro a centímetro toda su dulzura.
Tan grato este momento, tan pequeño e imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario